Diana Navarro: «Con la Transición, la gente quería ser sueca y renegaba de todo lo que fuese algo tradicional español»
La artista malagueña celebra sus veinte años de carrera con una gira titulada 'Ya no estoy sola', que empieza el domingo 6 de abril en el Teatro Real
Diana Navarro: «La copla está ya en el sitio en el que debe estar: como cultura de este país»

Con su primer trabajo discográfico, ‘No te olvides de mí’, Diana Navarro logró un doble disco de Platino, la nominación a mejor artista revelación en los Grammy Latinos y un rosario de premios y candidaturas. Pero, sobre todo, la artista malagueña consiguió acceder ... a la primera división de la música, de la que no ha descendido todavía. De eso hace veinte años, una cifra que bien merece, piensa, celebrarlo a lo grande; el domingo lo hará con un recital en el Teatro Real. La canción ‘Sola’ fue su primer éxito; el espectáculo que presenta ahora -después del Real vendrá una gira en un formato más reducido- se titula, significativamente, ‘Ya no estoy sola’. «Es un repaso por mi carrera lo más acorde a las peticiones de la gente que me sigue, porque es difícil resumir 20 años». ‘Ya no estoy sola’ es también el título de una canción que ha escrito para la ocasión, y que es «una carta de amor a la gente que ha creído en mí. Yo no estoy sola ya gracias a todos ellos; la artista no está sola; veinte años después, esa gente ha demostrado que sigue queriéndome, y yo no puedo estar más agradecida».
La prehistoria de estos veinte años fue, dice Diana Navarro, una década (de los 16 a los 26 años) de «pico y pala, de concursos, de asociaciones culturales, hasta llegar a ser conocida. Y cuando llegué a ser conocida, a mí nadie me regaló nada. Todo en la vida me ha costado mucho trabajo... Y lo agradezco, porque eso hace que valores lo que consigues. Los artistas, a veces, tenemos eso de que parece que nos tienen que dar las cosas porque somos especiales, y no es así. Hay que valorar y hay que agradecer cada cosa que nos ocurre». No le han regalado nada, dice mientras sonríe traviesa, «pero sí es verdad que le pido al universo que me cueste un poquito menos de trabajo ahora que soy artista independiente».
Se refiere Diana Navarro a su reciente decisión de dejar a su compañía discográfica «de toda la vida» para tomar las riendas de su carrera. «Después de encarnar a Concha Piquer en el teatro, en la obra ‘En tierra extraña’, quería hacer un disco de copla y ellos no lo veían, así que amablemente terminamos relaciones. Ha sido una decisión fantástica; cuando un artista coge las riendas de su carrera en todos los aspectos, pasan cosas muy enriquecedoras. No reniego del trabajo de la discográfica, y lo agradezco, pero desde que estoy yo al mando todo ha cambiado».
La copla es la columna vertebral del repertorio de Diana Navarro. «Siempre lo he reivindicado, nunca he renegado del género. Cuando no se llevaba, yo decía: ‘yo canto copla, soy folktrónica, folclórica electrónica. Y estoy muy feliz de que esa semilla que yo sembré haya florecido y haya calado en la gente joven». La copla, insiste, «no es un género necesariamente del pasado. En el siglo XXI se siguen escribiendo coplas. Lo que yo hago son neocoplas. El que hizo la transición fantásticamente bien fue Manuel Alejandro; todo lo que hacen Serrat o Sabina son, para mí, coplas, porque son historias increíbles, muy bien contadas y muy bien escritas».
El problema, sigue, es que a la copla «se la acusó de franquista sin serlo, por coincidencia en fechas y porque a este señor le gustaba la copla. Con la Transición, la gente huyó de ella y quería ser sueca y renegar de todo lo que fuese algo tradicional español. Fueron Carlos Cano y Martirio quienes recuperaron la copla, y yo me siento su discípula. Ahora se ve como lo que es, cultura de nuestro país y la memoria sonora de nuestros mayores. Además, era la música que las mujeres cantaban cuando no podían hablar, cantaban». Hay letras mucho más modernas de lo que la gente puede pensar. «Hay mucha poesía LGTBIQ+, encubierta, porque a Rafael de León, aristócrata y homosexual, algunos no lo querían por aristócrata, porque decían que cómo iba a escribir poesía. Para mí es uno de los de la Generación del 27 y ojalá que se le reconozca, aunque sea cien años después».
Precisamente Rafael de León es uno de los protagonistas de ‘En tierra extraña’, la obra de Juan Carlos Rubio con la que Diana Navarro se ha estrenado como actriz. Fabula un encuentro que nunca existió entre García Lorca y Concha Piquer, con el propio De León como introductor. Interpretar a la cantante valenciana fue, reconoce, un antes y un después en su carrera. «Doña Concha tenía todo lo que a mí me faltaba de temperamento, de arranque, de hambre, de autoestima, de poner límites... Y al construir el personaje y sentir que yo era ella, algo de eso ha quedado en mí. Aprender esa asertividad sana, poner límites y decir que no es muy saludable. Ella a lo mejor tenía menos asertividad, pero había que entenderla: vivía en un mundo de hombres en el que la mujer no tenía ni voz ni voto, habiéndose enamorado de un hombre casado... Dicen que era mala, que tenía un carácter imposible, pero yo es que estoy enamorada de ella, y lo único que puedo decir es que la comprendo y que desde el más allá la siento y se lo agradezco. Y a su hija, Concha Márquez Piquer, también».
Saber decir que no es uno de los mandamientos -tal vez el más importante- para cualquier artista. «Sí, pero yo, por mi personalidad, soy más de pedir perdón que de pedir permiso. Siempre he sido muy pudorosa, muy respetuosa, siempre pensando en el otro... Y con la madurez voy aprendiendo. Pero a mí Concha Piquer me ha ayudado mucho en todo eso. Los tres años que llevo siendo ella, por decirlo de alguna manera, son los años en que he empezado a brillar más y en los que me he empezado a reconocer más».
No solo eso, sino que cree que ahora es mejor intérprete. «Y mejor cantante también. La juventud hace que tengas fuerza y busques el alarde, hacer florituras; yo siempre me perfeccioné en el más difícil todavía, pero cuando la voz, con los años, se va asentando, le estoy dando más importancia a la interpretación; sigo haciendo mis melismas, mis cosas acrobáticas, pero es verdad que cuando he comprendido que la transmisión en una palabra sin ‘garganteo’ llega mucho más que un ‘garganteo’ apoteósico, he encontrado un campo enorme en el que investigar, y eso me lo ha dado Doña Concha».
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